NEGOCIO DE SEGUNDO PISO


Es una cosa enorme, se aplasta contra mis ojos y se agita gradante, tiesa en una roca herida naranja y escándalo. Me nombra como una gracia-fuga y el verde se ríe de la pertenencia etérea de la hoja, ya no hay nada como esto de la geografía mentalista y el vacío de los poliformes, formas gordas que parecen jueces viejos y malditos en la perfección de su ángulo, allí donde son inexorables como dioses y furiosos en su potencia de jabalí, exactamente como mi locura, en una cabeza que es un negocio de segundo piso, no se atiende a nadie sin previa cita; pues deberían estar adentro desde temprano. Yo suelo volar de día, en la noche todo es mucho más complicado, el sueño me corrompe en una explotación suave que se sobrentiende, así ha debido ser la casa de mi abuelo cuando se venía abajo en medio de su oficio de estructura genealógica. Digo que la vida me hubiera podido escoger para otros asuntos más altos y menos telúricos, desde niño fui solo nervios, suelo decir y muestro mis manos que son sólo trozos de carne que, escapan de mí como fugados de casa, la sangre quiere seguirles y no espera por una reconciliación que no llega, prefiere dibujarme otra historia de fascinada melodía que duerme, distinta es la mirada de Andrea; pues como les había dicho ya ella no deja que nada se le escape de las manos, es como una vieja gorda apoltronada en su puesto del mercado…

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